Amigos del Románico
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S.O.S. POR LAS ARTES MENORES

Autores: Joaquín Ten Rodríguez y Ramona Cebrián García. Septiembre, 2007

Como miembros de la Asociación Amigos del Románico y admiradores de la época medieval y en especial del periodo Románico de la misma, intentamos, dentro de nuestras posibilidades, ampliar nuestro conocimiento sobre dicha época, interesándonos en especial en el conocimiento de los esmaltes medievales ya que dedicamos nuestro tiempo libre a la reproducción de aquellos que pueden ser realizados con nuestros medios. Esta actividad nos permite tener una visión más profunda y práctica de los mismos y aproximarnos a su problemática de ejecución.

Cristo de Fernando I y Sancha en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid

Estuvimos en la reunión de la última asamblea de Amigos del Románico y estamos encantados de conocer personalmente a algunos de los socios así como las actividades de la asociación. Todas ellas nos parecen estupendas y creemos en las posibilidades de la asociación AdR.

A través de la página de Amigos del Románico, las publicaciones y las conversaciones con alguno de los miembros detectamos un vacío muy grande de formación en un tema que nos apasiona, pues a duras penas se comentan o proponen actividades que unan las visitas arquitectónicas a todo un mundo muy ignorado al que pertenecen las mal llamadas artes menores.

En la mayoría de los casos se trata de objetos de uso común y gran parte de ellos se caracterizan por el empleo de técnicas refinadas y complejas y de materiales preciosos. Son objetos de lujo que pueden catalogarse como obras de arte con "A" mayúscula. Si todo este conjunto de obras de arte lo analizáramos con el mismo detalle y minuciosidad que aplicamos a una obra arquitectónica o escultórica nos llevaríamos una gran sorpresa al darnos cuenta que estas artes menores encierran tanta importancia como las mayores y que hay que entenderlas como un todo para comprender el mundo medieval.

Detalle de la arqueta de San Felices en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid

Imaginemos la complejidad técnica que encierra crear un libro, fuese miniado o no. Esto no lo hacía un "beato" que se sentaba a escribir y dibujar para crear un comentario del Apocalipsis. Este proceso estaba sujeto a una metodología de trabajo que hoy no hemos podido superar (salvando los avances tecnológicos, evidentemente) e implicaba a un gran equipo de gente. Como hoy, se partía de una idea, se diseñaba, se maquetaba, se preparaban los pergaminos, unos escribían, otros dibujaban, otros encuadernaban, etc. Se cuidaba exquisitamente la simbología aplicada y el mensaje a transmitir, tanto escrito como iluminado…

Exactamente lo mismo ocurre con la orfebrería, rejería, cerámica, etc. ¿Alguien se puede imaginar el Frontal de Santo Domingo de Silos (actualmente en Burgos) como algo simple de realizar? Pensamos que tiene una dificultad técnica y artística de muy alto nivel que exige de una formación cultural elevadísima y variada.

Este conjunto de artistas que crearon tales obras tenían una gran experiencia y oficio producto de muchos años de perfeccionamiento de sus técnicas y formación, un equipo-taller sin el cual nunca se hubiesen podido realizar las mismas.

Si nos damos cuenta, seguir este tipo de análisis nos puede transportar a la parte viva de ese mundo y transmitir el conjunto de experiencias cotidianas que forman ese todo en equilibrio tanto las artes “mayores” como “menores”.

Estos elementos que en su conjunto forman las "artes menores" (libros, marfiles, orfebrería,…) son una fuente de información de un valor incalculable, pues entre otras cualidades, suelen tener un destino más individualizado, con lo cual se elaboran con un nivel cultural de acuerdo a su destinatario, que puede ser mayor que, por ejemplo, el que requieren unos capiteles concebidos como elemento de transmisión educativa a un colectivo general. Podríamos ilustrar esto con un ejemplo extremo: el crucifijo de marfil del siglo XII llamado "Rey de los Confesores", lleno de escritos proféticos cuyo simbolismo sólo pueden entender personas muy versadas en ello.

Arqueta de esmalte de Limoges, primer tercio s. XIII, Museo del Louvre (París)

Estos productos selectos se convirtieron en un elemento transmisor de cultura y de intercambio que viajaban a grandes distancias, constituyendo a menudo nexos de unión entre Oriente y Occidente, por sus características de portabilidad y por ser el regalo perfecto para bodas, embajadas, etc. Esta situación de privilegio que disfrutaban las artes menores, que en general iban destinadas a personas muy cultivadas y refinadas, explica la exquisitez de la selección iconográfica así como de los escritos que los acompañan, por eso algunas de estas obras no sólo requieren su contemplación sino una paciente interpretación de las mismas.

Es seguro que cada momento histórico tiene sus "obras de arte menores" que lo identifican, expresando el espíritu de la época y las modas o preferencias estéticas del momento.

Altar de San Miguel de Aralar (Navarra)

Dentro de las artes menores quisiéramos llamar la atención sobre las obras esmaltadas a lo largo del medioevo, por constituir todo un mundo de belleza y simbología, aparte de las múltiples técnicas implicadas en su ejecución.

En relación a lo hasta aquí expuesto, en el foro de Amigos del Románico uno de los participantes pedía información acerca de la escena del lavatorio de Cristo representado a menudo en capiteles Románicos, dejadnos poner un ejemplo del mismo motivo representado en esmalte. El Papa Pascual I encargó un relicario-caja en forma de cruz decorada con esmaltes totalmente grabado y repujado que contenía reliquias de la Vera Cruz. Este relicario fue portado durante siglos en procesión el día de la muerte de Jesús. La escena central de la cruz, de forma inusual, refleja una historia apócrifa sobre el nacimiento de Jesús. Una de las comadronas, a la derecha de la que lava al recién nacido Cristo, luce un vendaje en el brazo: había dudado que María fuera virgen y esa duda provocó que su mano quedara tullida, sin embargo, al tocar los pañales del niño se obró un milagro y la mano sanó. San Jerónimo consideró estos relatos y otros similares como leyendas. No obstante Pascual I, que encargó la cruz, si parecía aceptar esta historia. Esta pieza, del S. IX, se encuentra en el Vaticano.

Reproducción del relicario-caja en forma de cruz decorada con esmaltes del Papa Pascual I (Joaquín Ten Rodríguez y Ramona Cebrián García)

Creemos que estas obras portátiles tienen capacidad de transmitir con mayor rapidez y a mayores distancias escenas iconográficas que unos elementos estables arquitectónicos, por lo que las consideramos claves en el enriquecimiento cultural. Técnicamente, una pieza como el Frontal de Silos anteriormente mencionado reúne, entre otras, escultura, fundición, cincelado, repujado, grabado, esmaltado, dorado… especialidades de alta complejidad que se aúnan para formar esta extraordinaria pieza de orfebrería. La iconografía es preciosa y la colección de pájaros fantásticos transformándose en plantas son de una belleza y armonía difícilmente igualables. Son obras que deberían de incluirse en las rutas de Amigos del Románico para ser visitadas y deleitarse con su belleza.

Visitando la página Web de la asociación comprobamos con alegría que D. Francisco Javier Ocaña había introducido un trabajo sobre la arqueta de Silos, muy interesante y con gran calidad en las fotografías y presentación. Así como Marío Agudo, en su artículo sobre los marfiles de San Millán de la Cogolla. Esperamos que se prodiguen más los artículos en estos temas y consigan despertar el interés que se merecen.

Si consideráis interesante esta reflexión, ponemos a disposición de los Amigos del Románico nuestros escasos conocimientos acerca del mundo de los esmaltes, podéis contactar con nosotros a través del foro o los artículos de opinión de la página www.amigosdelromanico.org o bien remitirnos vuestras dudas u opiniones a nuestro correo joaquin@natusexigne.com.

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