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Reflexiones Románicas XX: Un libro fundamental, singular y valiente

Miércoles, 29 de agosto de 2012

 

En diciembre de 2007 “eclosionó” por vez primera el libro de Fernando Labad El Románico: Eclosión de mil años de Arte Cristiano, editado por la Fundación Santa María la Real en Aguilar de Campoo. Por circunstancias diversas no pude entonces dedicarle unas Reflexiones Románicas como era mi deseo. Ahora nuestro Amigo del Románico “eclosiona” de nuevo, lo que me permite referirme a su obra.

El libro de Fernando Labad es fundamental para la comprensión del Románico por lo que dice y por lo que ahorra al lector, por su facilidad de sintetizar y por su  acierto en la sistematización a lo largo de 166 páginas. La ordenación por capítulos breves en los que se funden textos e ilustraciones es una muestra más de la claridad conceptual de Fernando Labad.

Esta segunda edición difiere un tanto de la primera: fundamentalmente algunos retoques y ligeras ampliaciones en los textos y, también, determinados cambios de ilustraciones, con lo que éstas ganan notablemente. La última página de esta edición, que no aparecía en la primera, es una hermosa lección de iconología bizantina en sólo tres imágenes. Los criterios claros y el conocimiento personal de los monumentos diseminados por Europa y Oriente Próximo que le sirven de referencia, hacen que la obra de Fernando Labad alcance la excelencia expositiva y didáctica. Toda segunda edición de un libro que trate de Románico es un éxito y no es difícil augurarle a su autor sucesivas ediciones. Los dibujos de Peridis que acompañan la obra siguen mostrando el espíritu goliardo, tan medieval, de su autor.

Es singular ya por su título, pues la palabra “eclosión” es la que mejor define lo que de pronto surgió a mediados del siglo XI. El DRAE define “eclosión” como «brote, manifestación, aparición súbita». Y esta idea poco tiene que ver con el evolucionismo de los estilos artísticos. Nada nace de la nada, evidentemente, y el Románico nace utilizando elementos arquitectónicos de otros estilos anteriores, pero confiriéndoles un papel hasta entonces inédito al integrarlos en un conjunto unitario de gradual polisemia, como exigían las nuevas circunstancias que se vivían ya en Plena Edad Media. Circunstancias que con los cambios experimentados en todos los órdenes de la vida tras el paso del milenio, consiguen crear un nuevo corpus de ideas y valoraciones que propiciará en la Cristiandad un salto cualitativo, imprescindible en la formación de la civilización occidental. Todo esto hace que a mediados del siglo XI eclosionen nuevas formas plásticas que hoy conocemos como Románico.              

Es también singular la importancia que el autor concede al arte Bizantino, imbricándolo, de alguna manera, en la creación del Románico. Hay que pensar que Bizantino (Ortodoxia) y Románico (Catolicismo) son los dos únicos artes sagrados que ha dado el cristianismo. Artes sagrados superiores en transmisión de conocimientos trascendentes a los distintos estilos del arte religioso (1).

 

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Pero el libro de Fernando Labad no sólo es fundamental y singular, sino que también es una obra valiente. Pues es un acto de valentía intelectual citar hoy a Titus Burckhardt en ciertos ambientes, tal como lo hace el autor largamente en el último capítulo al escribir sobre el futuro del arte cristiano.

Gracias a Titus Burckhardt (2), junto con René Guénon, Jean Hani, Ananda K. Coomaraswamy, Frihjof Schuon, Jean Borella y a contados autores más, se ha mantenido vivo en Occidente el conocimiento del arte sagrado, distinto del arte religioso que se expresa mediante formas profanas (estilos renacentista, barroco…). A ambos tipos de arte y a sus diferencias me he referido en varias Reflexiones Románicas.    

Conscientes de la excelencia, singularidad y valentía de la obra que comento, hay que agradecer a la Fundación Santa María la Real que haya editado esta extraordinaria iniciación al Románico de Fernando Labad.

Notas:

  1. Ver Reflexiones Románicas XIX: Operadores trascendentes
  2. Su tatarabuelo, Johann Ludwig Burckhardt, hace 200 años y vestido de árabe, fue el primer europeo que cruzó el Sîq o altísima, estrecha y larga brecha natural entre las rocas del desierto de Jordania. Tras atravesarlo, se encontró ante la construcción del Khazneh (el Tesoro), descubriendo así Petra y los nabateos para Occidente.       

 

Por Jaime Cobreros. Agosto 2012

 

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