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Pequeños apuntes para descubrir el románico del Castillo de Loarre

Miércoles, 18 de abril de 2012

 

Pequeños apuntes para descubrir el románico del Castillo de Loarre

Las piedras de Loarre recuerdan la estancia en el castillo de importantes reyes de Aragón y Navarra que vivieron en los siglos XI y XII, pero, quizás por estar más cercana en la memoria, recuerdan mejor el paso por esta fortaleza de actores como Charlon Heston o Anthony Quinn. Y es que series, películas y documentales de televisión han elegido en los últimos años al Castillo de Loarre como escenario y telón de fondo de sus producciones cinematográficas. No es de extrañar máxime si, ya entrados en harina, escuchamos decir a casi todos los expertos en arte que este castillo es uno de los mejores exponentes de la arquitectura civil y militar del románico en España.

Su origen y sentido de ser hay que ir a buscarlo a épocas de la Reconquista cristiana, cuando en el siglo XII ya se dominaban al norte, política y militarmente, los condados pirenaicos de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. Por tanto, Loarre estaba emplazado en la línea de castillos fronterizos limítrofes con los reinos musulmanes del sur.

Detalle del elevado ábside con la cripta y la iglesia superior

Desde lejos se le ve emplazado y confundido en un nido de rocas, pero hay que acercarse para apreciar sus detalles y sus estancias, y en suma descubrir un monumento hermoso de magnífica estructura.

Más de 80.000 personas traspasan cada año la puerta principal que se abre en el flanco oriental de su larga muralla exterior, la cual delimita un recinto de cerca de 10.000 metros cuadrados. Se trata de doscientos metros de lienzo, en los que se disponen nueve torreones circulares, y uno rectangular que fue antaño torre-puerta.

Ya antes de entrar al castillo, al visitante le sorprenderá la presencia de una torre aislada y cuadrangular, conocida como Albarrada o del Vigía, y que estuvo antiguamente unida al castillo a través de un puente de madera. Tras rebasar los arcos de entrada, unas escaleras de piedra se elevan por un pasadizo que penetra al interior de la fortaleza. La cripta o capilla de Santa Quiteria, donde se veneraron las reliquias sagradas de San Demetrio, patrón de los gladiadores, queda a la derecha del pasadizo.

Interior de la cripta de Santa Quiteria

Justo encima de esta cripta está la iglesia de San Pedro, lugar considerado como “la obra maestra” del castillo. En el interior sobresale el ábside semicircular con una serie de arcos ciegos apoyados en capiteles de fina decoración vegetal y geométrica donde con escenas de pájaros, florones, arcángeles, ángeles, Daniel con un libro, leones, etc. Esta iglesia responde al momento en el que Sancho Ramírez, hacia el año 1071, decidió fundar en el castillo un monasterio de canónigos de San Agustín, revitalizando la fortaleza con un uso mixto: religioso y militar. Convertido en “Capilla Real”, el castillo de Loarre gozaría de privilegios especiales, diezmos y rentas.

Interior de la iglesia de San Pedro

En el nivel superior del fortín se alza la Torre de la Reina, la más antigua de todas, datada del primer románico lombardo. Desde allí se llega a la Torre del Homenaje, de cuatro pisos y 22 metros de altura, que era el sitio más seguro para guardar los objetos de valor y para defenderse en última instancia de los ataques.

A los pies de las torres, también en nivel superior, se extiende el patio de armas. En su lado sur quedan los restos del Mirador de la Reina, enorme ventanal con amplias vistas sobre los sembrados y campos de la Hoya de Huesca, además de la primitiva capilla de Santa María, el pozo y los aljibes.

El castillo fue declarado Bien de Interés Cultural y Monumento Nacional en el año 1906. Hoy, casi mil años después de que en el año 1020 el rey Sancho el Mayor de Navarra lo fundara, continúa impresionando a los hombres que ascienden a sus torres y se asoman al paisaje que domina esta línea fortificada. Quizás, en un futuro no muy lejano, el castillo de Loarre podría entrar en la Lista de Sitios del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En ese empeño estamos la Asociación de Amigos del Castillo de Loarre, y todas las ideas y apoyos para conseguir este objetivo son bienvenidas.

Y si usted se acerca por estas tierras de Huesca, por tanto, ahora sólo queda llegar allí, y como dicen los folletos que entregan en la puerta de acceso: “Olvide el mundanal ruido, sumérjase en la Edad Media y disfrute de su visita con la calma y detenimiento que merece este bello paraje”. Es un sencillo pero buen consejo.

Vista del conjunto que forma el castillo de Loarre

Restos de otros castillos próximos.

Reyes aragoneses cristianos levantaron a su paso por estas comarcas de Huesca recias construcciones militares de gran interés. La mayor parte de ellas, a excepción de Loarre, se mantienen en mal estado de conservación, habiendo sido convertidas en ermitas, dando paso al trazado urbano de algunos pueblos o, en el peor de los casos, ya no queda nada de ellas sino sólo algunos restos ruinosos. Son los castillos de Marcuello o Cacabiello, San Esteban de Castellmanco, Nuestra Señora de Liena en Murillo de Gállego, o el de Anzano o Liano.

Localización y acceso.

Al castillo de Loarre (22-4) se llega desde Huesca capital por la regional A-132. A la altura de Esquedas, la comarcal A-1206 conduce a Bolea y Loarre. Poco antes de alcanzar este último pueblo, parte a mano derecha un desvío señalizado que serpentea a lo largo de dos kilómetros por la ladera para alcanzar la pronta visible fortaleza. Junto a la puerta oriental de la muralla del castillo hay una explanada y aparcamiento donde se deja el vehículo. Huesca dista a unos 30 kilómetros del castillo.

Si se viene desde Pamplona o la zona norte de España hay que seguir la N-240 en dirección a Jaca y, en Puente la Reina de Jaca desviarse por la A-132 hasta Ayerbe, de donde parte una carretera comarcal a Loarre.

La visita.

Se puede contratar una visita guiada. Permanece abierto todos los días de 10 a 14 horas, y de 16 a 19 horas. Escaleras empinadas y pasajes estrechos impedirán a las personas mayores el acceso a todos los rincones. Los niños deben ir acompañados por un adulto.

Anabel LasHeras

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