Orense, la antigua ciudad romana de Auria, fue esta vez el lugar de encuentro para nuestro XI FSR.

En la tarde-noche del viernes 1 de Octubre nos fuimos reuniendo en el vestíbulo y entrada del Gran Hotel “San Martín” -céntrico y con buenas instalaciones- todos los participantes en el evento, dispuestos a disfrutar y a sumergirnos en el buen y bien cuidado románico de la zona. Con gran alegría nos saludamos los viejos conocidos y dimos la bienvenida a los que venían por primera vez. Tras un rato de buena conversación, en la que el comentario dominante fue la magnífica documentación que la organización nos había enviado, pasamos al comedor, aunque la falta de una de nuestras compañeras habituales debido a una enfermedad puso un punto de tristeza en nuestros semblantes. Vaya para ella nuestro recuerdo y nuestros mejores deseos de recuperación.

Mientras cenábamos tuvo lugar el ya tradicional sorteo del crismón, siendo esta vez la afortunada Montserrat Estela que lo recogió con gran alegría pues, después de haber asistido a todos los FSR’s, ya era hora de que le tocara.

Después de la cena, llegó una buena sorpresa. Por fin tenemos objetos decorados con el logo de AdR: polos, llaveros y libretas. Lola montó en un periquete un pequeño bazar y, un polo por aquí, tres llaveros por allá, casi agotó las existencias en menos que canta un gallo.

Tras una noche de sueño reparador, a las ocho en punto ya estábamos esperando que nos abrieran el comedor para desayunar y a las ocho y media el autobús partió hacia nuestro primer destino.

San Pedro de A Mezquita es un templo esbelto y armónico de una sola nave con ábside y presbiterio. Muy notables son sus portadas, especialmente la occidental y  la meridional. En la occidental decorada con estatuas, una de San Pedro y otra de una figura femenina (Santa Ana, según su párroco), destaca un bonito tímpano con una cruz en cuyo centro se ha tallado un cordero. La portada sur presenta también un tímpano con dos leones rampantes a los lados de un castillo.

Tras disfrutar de la visita, escuchar las sabias palabras de Augusto y hacer las fotos correspondientes, nos dirigimos hacia Santa Mariña de Augas Santas.

De planta basilical con tres naves cubiertas con armadura de madera y cabecera de tres ábsides, esta iglesia presenta la particularidad de poseer un falso triforio que le da una elegancia singular. La bóveda del ábside central es curiosa, ya que muestra una serie de nichos triangulares.

Después de una breve parada para tomar un café y otros menesteres, llegamos a Xunqueira de Ambía, monasterio con iglesia de tres naves y tres ábsides que tiene la particularidad de mostrar en sus muros unos grandes arcos de descarga en cuyo interior se abren los ventanales. Dentro nos muestra, al igual que el anterior templo visitado, un falso triforio. La portada occidental está rematada por un tejaroz que se apoya en arquillos, elemento muy típico del románico de la zona por influencia de la catedral de Orense. También nos sorprendimos por la presencia  de un tenente de altar románico de gran influencia mateana. Nuestra visita fue amenizada por la música que, procedente del órgano de la iglesia, contribuyó a ensalzarnos el espíritu y a situarnos temporalmente algo más próximos al momento en que el monasterio gozaba de mayor esplendor.

Allariz, “Llave del Reino de Galicia”, es un conjunto urbano muy bien cuidado y perfectamente rehabilitado; el paseo por sus calles constituye una auténtica delicia que nos retrotrae al medievo.

La iglesia de Santiago es un templo de nave única con presbiterio y ábside semicircular. Su portada occidental presenta una arquivolta con decoración de rollos decorados con motivos que recuerdan el pasado celta de estos lares. El frontal de altar románico es notable por su decoración de arquerías.

Angel Bartolomé, como de costumbre, se encargó de hacernos la foto de grupo, y al terminar bajamos por una empinada calle hacia el cementerio de la localidad, donde se encuentra la iglesia de Santa María de Vilanova. Después de verla por fuera nos acercamos hasta el río para ver el puente románico, situado al final de una muy bien cuidada alameda.

De nuevo en el casco urbano, comimos - y muy bien- en el restaurante “Tino Fandiño”, en el que la empanada de zamburiñas fue el plato más celebrado.

La mañana no pudo haber sido mejor aprovechada y en esta ocasión el programa se cumplió a la perfección.

De regreso a Orense nos esperaba la joya del día: la Catedral de San Martin. Coincidimos en la misma con una boda, así que  nos apresuramos a desaparecer en el museo diocesano mientras los novios hacían su entrada por la puerta oeste. En el museo nos esperaba Miguel, que nos fue contando una a una las maravillas que atesoran las bóvedas góticas bajo las que está cobijado el lugar, destacando entre todas los esmaltes de Limoges que decoraban un más que probable frontal de altar.

Vimos la capilla del Santo Cristo (barroca), admiramos la estructura de las naves y bóvedas, el precioso “Pórtico del Paraíso” (que reproduce de una forma simplificada el de la Gloria de la Catedral de Santiago) y las portadas norte y sur de arquivoltas polilobuladas de exquisita calidad. Tuvimos el privilegio de ascender a la “torre de las campanas” y, desde allí, observar la decoración de arquillos que remata los muros, decoración que es la primera vez que se hace en esta provincia y desde donde se irradia por el contorno. En palabras de nuestro amigo Augusto, guía  también en esta ocasión: “deberíamos haber visto primero a la madre y después a los hijos, pero al ser iglesias con culto había que respetar los horarios de los oficios religiosos”.

Desde lo alto del coro y teniendo el órgano a nuestras espaldas, pudimos admirar en toda su amplitud y grandiosidad las naves y el altar mayor; se puede decir que gozamos de una vista privilegiada de un templo injustamente postergado en muchas guías turísticas.

Al salir, el tiempo había cambiado y caía una leve lluvia intermitente. Nos desperdigamos por el casco viejo, unos a ver la fuente de “las Burgas”, pasear y tomar algo en las terrazas de los bares y otros a descansar al hotel, que el día había sido cansado, aunque muy provechoso.

Toda la noche estuvo lloviendo “a mares” y el domingo amaneció de la misma guisa, en contraposición al magnífico día que habíamos disfrutado el sábado. Lluvia, vendaval de viento y mal tiempo que no presagiaban nada bueno para nuestro viaje a Santiago.

Afortunadamente el autobús nos dejó muy cerca del Monasterio de San Martín Pinario, sede de la exposición “Compostela y Europa. La historia de Diego Gelmírez”, cuya visita sería la guinda que coronara nuestro FSR.

En la entrada fuimos recibidos por Victoriano Nodar, subcomisario de la muestra y, tras dividirnos en dos grupos, nos fue mostrando junto a su compañera Marta Oreiro, cada una de las piezas que para la ocasión  habían sido traídas de Italia, Francia, Portugal y España. Algunas de ellas, procedentes del museo de “Los Agustinos” de Toulouse y ya  conocidas por muchos de los que allí estábamos, desataron voces de admiración para los que las desconocían. Descubrimos la gran relación existente entre la decoración de algunas columnas compostelanas y la de otras romanas que Gelmírez pudo ver en Italia y, a través de todas las obras artísticas de la exposición, llegamos a recomponer los viajes que el arzobispo gallego hizo a Roma.

Un espléndido vídeo sobre la vida y la época del gran impulsor de la obra catedralicia compostelana que fue Gelmírez, nos situó perfectamente en el espacio temporal del momento histórico en que vivió y nos enseño a todos mucho sobre la historia y el arte de aquella época.

Afuera seguía lloviendo y, con algún que otro volteo de paraguas, llegamos de nuevo a la dársena donde el autobús debía recogernos para regresar a Orense. Allí se produjeron varias despedidas, ya que muchos de los asistentes partían directamente en avión desde Santiago a sus hogares.

En Orense nos despedimos los que regresábamos en nuestros vehículos, siendo el regreso una auténtica odisea para todos: los que volvimos en nuestros coches, por la fuerte lluvia y el viento que nos azotó en el camino y los que regresaron en avión, por los retrasos y cancelaciones de vuelos. Afortunadamente todos volvimos a nuestras casas, tarde pero bien.

Nuestro agradecimiento a todos los amigos que han hecho posible estas jornadas de convivencia e inmersión en el románico gallego: Luis David, Lola y Javier -que lamentó profundamente no poder asistir por motivos laborales- y muy      especialmente, a Victoriano Nodar y Marta Oreiro por recibirnos y enseñarnos la exposición compostelana y a Augusto Guedes por ser nuestro guía y maestro durante toda la jornada del sábado. Hasta la próxima.

Por Jesús Ribate