El 2 de noviembre de 2004 se firmaba en Tudela (Navarra) el Acta Fundacional de la Asociación «Amigos del Románico». Tres fueron los progenitores de aquella tierna personilla jurídica que, a diferencia de las biológicas y sin que esto se tenga por objeto de escándalo, pudo ser engendrada por un trío de varones sin intervención de madre alguna. Constituidos, pues, en «Trinidad Patérnitas» (ignoro por no constar en el acta quién hizo de Padre, quién de Hijo y quién de Paráclito) alumbraron una criatura que ya desarrollada y madura aun con tan sólo siete años de edad regresa hoy 24 de marzo de 2012 al lugar de origen para celebrar su preceptiva Asamblea anual. Han sido un centenar de sus más de 900 miembros los que han respondido a la convocatoria y acudido al congreso asambleario.

 

Es de lamentar que la elección de Tudela como sede del presente cónclave no se deba tanto al ánimo de celebración festiva de aquel acontecimiento natalicio como a la atribulada conciencia de estar asistiendo junto al lecho de muerte al fúnebre desenlace de la grave dolencia de un ser querido: el claustro de la Catedral tudelana. Y es que en las pétreas entrañas de su admirable arquería anida latente pero activo el germen de su autoaniquilación. Los Amigos del Románico, y por ende de la Catedral y de su claustro, no nos conformamos con ser testigos pasivos de una agonía de fatal resultado sino que con nuestra presencia reivindicativa hemos querido no ya infundir ánimo en el paciente para bien morir sino evitar que tal defunción se produzca alentando la aplicación de los remedios terapéuticos que contra las patologías de los edificios posee la medicina de la Arquitectura.

Nos consuela, y mucho, saber por directa información de la Directora General del Área de Cultura de la Comunidad de Navarra que el Gobierno de esta Comunidad tiene previsto invertir en un periodo trienal que se inicia en el presente año de 2012 la cantidad de 1.800.000 € que, presumiblemente, permitirá financiar la adopción de las medidas necesarias para paliar el mal que aqueja a las enfermizas pandas claustrales. Que así sea, amén.

Pues bien, con los propósitos antes dichos nos dimos cita al anochecer del viernes día 23 en torno a la mesa de uno de los hoteles que nos brindaron albergue, de forma que nos preparásemos para las siguientes jornadas con una sabrosa y nutritiva colación. Como la amistad es la esencia de la Asociación, sentimiento que prodigamos con fervor al Románico y con efusión a nuestros compañeros, hubo abrazos de salutación y mutua bienvenida y cariñosas expresiones de general alegría por el reencuentro. Asumo como propio este estado de ánimo y añado que no guardo rencor a quienes en aquel momento me conminaron a hacerme cargo de la redacción de esta crónica. En este ambiente la cena resultó naturalmente grata y placentera.

La actividad del día siguiente, sábado 24, se inició a las 9:45 ante la «Portada del Juicio» de la Catedral. Traspasada ésta nos recibieron y dispensaron su acogida el presidente de la Asociación «Amigos de la Catedral», D. Luis Durán, el Deán de la seo, D. Bibiano Esparza, y la concejala de Cultura y Museos de la corporación municipal, Dª Mercedes San Pedro. Divididos en dos grupos/rebaños para una mayor eficacia en su conducción y gobierno por parte de las guías/mayorales, giramos una detallada visita al interior del templo catedralicio, a su claustro y a sus portadas. Es obligado destacar la profesionalidad de las guías, Amaya Zardoya y Delia Blázquez, que hicieron alarde de un vasto conocimiento y no menor amabilidad para exponer a nuestra admiración cuanto íbamos visitando. Ni siquiera intentaré resumir el rimero de bellezas artísticas que allí se atesoran ni la huella que dejó su contemplación en nuestro ánimo siempre sensible a tales manifestaciones. Experiméntelo quien tenga ocasión que yo no sé contarlo.

 Como colofón de la intensa mañana nos desplazamos a la cercana iglesia de San Nicolás que sobre su moderna fachada de ladrillo luce encastrado un tímpano románico de la mejor factura. De camino, el tránsito por la medieval calle de la Rúa nos permitió admirar algunas de las casonas palaciegas -de época posterior, eso sí- que abren sus fachadas a ella, como la Casa del Almirante o la de Ibáñez-Luna. El espíritu había quedado con todo esto colmado de goces y era hora de dar al cuerpo, y así lo hicimos, su demandado y merecido alimento, que no sólo de arte se vive en Tudela sino de los productos de su afamada huerta y su reconocida ganadería.

A las 17:00 horas, la Asamblea General Ordinaria. Nos cedieron para la ocasión uno de los salones de reunión del Palacio Decanal que cumplió a la perfección el objetivo de albergar nuestra Asamblea. Siguiendo el orden del día se expusieron y sometieron a la consideración de los reunidos el acta de la asamblea anterior, el informe de gestión, las cuentas anuales del pasado ejercicio y las previsiones presupuestarias para el actual. Tras cada asunto tratado se producía un nutrido alzar de cartulinas verdes que sancionaba positivamente los temas propuestos a votación. El beneplácito de los asociados con la gestión de la Junta fue prácticamente unánime. Hubo un espacio para ruegos y preguntas y por fin la comparecencia de la Directora General del Área de Cultura del Gobierno Navarro, Dª Ana Zabalegui, quien, como ya he adelantado, nos informó sobre la asignación de una partida presupuestaria de 1.800.000 € destinada a financiar las actuaciones a llevar a cabo en el claustro de la Catedral, así como de otra ya en ejecución en relación con la restauración del claustro del Monasterio de Fitero que habíamos de visitar en la siguiente jornada.

Otro hecho más, éste de índole un tanto personal, acaeció en el marco de esta asamblea y que, aunque seguramente a nadie le importe, a mí me conmovió de emoción. Me refiero a la entrega que se me hizo del Crismón de Jaca, símbolo de nuestra Asociación y preciado galardón con que se premian los méritos de determinadas personas que se han hecho acreedoras a recibirlo y que a mí se me otorgó por... por... esto... bueno, debo confesar que no sé a qué se debió y que por más vueltas que le doy no logro atisbar qué pudo mover a la Junta integrada por personas que, al menos hasta ahora, me habían parecido de claro entendimiento y recto juicio a conceder tan prestigiosa distinción a un tipo como yo. Es esta una cuestión que no he querido remover por no dar pie a que se averigüe el error y me retiren tan honorífico distintivo.

 

La noche del sábado al domingo se nos hizo inusualmente breve, y no porque hubiese programadas intensas actividades durante su nocturno transcurso, que tal espacio de tiempo figuraba como libre en el plan organizativo y a disposición de cada uno para que lo emplease como bien le pareciese, incluso para dormir si no se encontraba mejor opción. Lo que sucedió es que en esa noche se adelantaba la hora y la madrugada se echó encima con desconsiderado apremio. En todo caso, desayuno mediante, a las 9:45 nos encontrábamos todos presentes ante la iglesia de La Magdalena.

Compite en esta iglesia el interior con el exterior a la hora de ofrecernos sus románicos encantos. Lola Valderrama -¡qué gran profesora si tuviera buenos alumnos!- nos aleccionó sobre muchos de los aspectos históricos y artísticos de aquel esplendoroso templo, y tras ella, Juan Ramón Ugarte, otro preclaro AdR, siguió desvelando los arcanos que en las piedras talladas habían encerrado sus medievales artífices.

Con esto dimos por concluida nuestra estancia en Tudela. Tocaba ahora marchar a Fitero para saborear la última de las exquisiteces en programa: el Monasterio cisterciense de Santa María la Real, hoy templo parroquial. Imponente cabecera poliabsidal, sobria portada baquetonada propia de esta orden monacal, enormes -casi desmesuradas- proporciones volumétricas de sus naves, funcional girola de acceso a las múltiples capillas, claustro renacentista que aún conserva la sala capitular románica, la portada de comunicación con el templo y otros restos medievales. Aparte de la intervención de una guía local, fue nuestro compañero Javier de la Fuente -¿por qué llamamos «becario» a este dechado de experiencia y conocimiento?- quien nos instruyó sobre muchos de los particulares del monasterio. Ante el crismón situado en la clave de la portada del claustro, nuestro presidente, Juan Antonio Olañeta, experto donde los haya en este tipo de monogramas cristológicos, puso de manifiesto la diferencia que existe entre un crismón navarro y otro castellano atendiendo a la posición del segmento recto transversal en relación con la letra griega «ro». Si no me equivoco -lo probable es que sí- vino a extraer un sentido pragmático de esta distinción consistente en que si uno se encuentra localmente desubicado y sin GPS basta con buscar uno de estos crismones y tras un somero análisis podrá averiguar de inmediato si donde se halla perdido es en Navarra o en Castilla. Así de útil. La visita interior estuvo musicalmente amenizada por una coral que casualmente ofrecía ese día a los feligreses su repertorio de canto gregoriano y polifónico. Sería desconsiderado por mi parte no agradecer al párroco de Fitero, D. Javier Goitia, su afán por facilitarnos cuanto fue preciso para una óptima visita.

Unas jornadas que habían comenzado con una cena no podían concluir sino con una comida. Fue en la próxima localidad de Corella donde se celebró el ágape y donde, a su conclusión, se produjeron las inevitables y melancólicas despedidas acompañadas de fervientes deseos de un nuevo encuentro. ¡Que sea pronto!

Antonio Tejedor