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44. LA PINTURA EN LOS ALTARES
© FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA

El Arte Románico adornó los altares con decoración escultórica, pero también lo hizo con pintura. Era el tercer lugar donde las representaciones pictóricas iban a tener asiento como exaltación de la sacralidad que se le había otorgado.

Ya nos hemos referido a la mesa del altar como una losa sostenida por pilares o columnas de diferente decoración y número. Habíamos señalado que la parte delantera o antipendium, si existía, podía estar esculpida en piedra o con una tabla de madera pintada. También era posible que todo el altar estuviese cerrado como una caja recubierta de tableros con pinturas ornamentales cubriendo toda la superficie. Cuando los documentos se refieren a esa situación hablan de tabula, en algunos se precisa más y se dice tabula ante altare.

Esos frontales de madera pintada eran suntuosos, con una rica decoración de vivos colores que invitaba a la reflexión de los temas evangélicos que exhibía, a la vez que llenaba de emocionado colorido la visión de los fieles que los contemplaba frontalmente. Podía aumentar la sensación de monumentalidad si se instalaba bajo un baldaquino que lo acogiera en su abierta atmósfera interior.

No han sido estas tablas piezas que se hayan conservado en gran número, por la remoción de su lugar primigenio, por la voracidad humana o por la facilidad de desaparición en modificaciones tanto del altar como de la propia iglesia. Cataluña ha guardado en sus museos algunas de estas insignes obras para emoción y atención de lo perdido.

No eran de gran magnitud, dada la altura y longitud del altar, por lo que estaban constituidas a la medida humana. No así los baldaquinos que las acogían por la altura considerable que alcanzaron. Los temas de las piezas que conservamos no difieren mucho del resto de la pintura, tanto mural como absidal, así como la formación de la paleta de colores que está en las mismas tonalidades cromáticas que la pintura general.

Existen hermosas representaciones de la Maiestas Domino acompañada por apostolados, como la tabla de una iglesia de la diócesis de Urgell que se guarda en el Museo nacional de Arte de Cataluña. Otras hablan del suplicio de las almas, de San Miguel pesándolas y rescatando fieles, de la Virgen en mandorla con episodios de mártires y apostolados con escenas de la vida de Jesús, de la Anunciación, Visitación, Natividad y Epifanía, en un tono intimista debido al tamaño de las tablas y su reparto en pequeñas figuras, pero siempre con los temas clásicos de formación e información a los fieles que contemplaban de frente las obras, y como complemento no sólo del resto de la pintura del edificio, sino de la iconografía general del Arte Románico.

Era un arte suplementario que por instalarse sobre tabla mantenía un colorido más vivo por la distinta calidad de recepción del soporte y por las mejores posibilidades de lucir las cualidades del artista al poder ser pintadas en dimensión humana, más de pequeña factura que de grandes dimensiones, no en condiciones incómodas de realización y con graves dificultades de ir contemplando el trabajo general según si iba realizando.

Frontal de altar de la iglesia de San Martín de Puigbó, Gerona, Museo episcopal de Vic

Por ello resultan más atractivas, aparte de considerarlas volumétricamente como cuadros de cualquier exposición moderna y poder ser contempladas a la altura de la vista sin la incomodidad de elevar la mirada hacia el cielo. Aunque pierden la espectacularidad del gran tamaño de las anteriores, pero ganan en canon humano al estar resueltas de diferente modo.

Forman las tablas de los altares un capítulo muy atractivo y diferenciado dentro de la pintura románica, no sólo por el colorido espectacular de la sobria paleta de colores, que aún manteniendo los mismos pocos tonos que las anteriores se definen más acentuados de rojos y amarillos, lo que perfila un contraste mayor de las figuras y de todos los elementos de la tabla, como las orlas de los bordes.

Por otra parte, la disposición rectangular del soporte hace que las historias se agrupen del mismo modo. Se llenará el centro con la figura de Cristo, la Virgen o la representación que interese, para a continuación ir situando en los lados espacios rectangulares de menor o mayor amplitud, pero distribuidos en pisos con las escenas que se tratan de relatar y comunicar. De ese modo se tiene la impresión de que lo que se está contemplando es un panel de cuadrículas que hay que intentar leer de izquierda a derecha o de arriba abajo para comprender el sentido general de la obra, como si de un gran retablo barroco se tratase.

Estos altares románicos llegaron a tener un tablero trasero colgado que se denominaban tabula retro altaris, que significaba tabla de detrás del altar, que después desembocó en los retablos de las iglesias de las artes posteriores, con la misma manera de exhibir en cuadrículas que tuvieron los primeros altares románicos.

Son por tanto las tablas de los altares románicos hermosas piezas cargadas de emoción y colorido que debían aumentar todavía más la decoración del núcleo espiritual del templo que se habían encargado de aislar y señalar convenientemente la arquitectura y la escultura.

Es la pintura la encargada de cerrar esta crónica medieval en la consideración de ser la faceta que más tardíamente se incorpora a las iglesias, pero en atención a que cuando llega se integra perfectamente en la idiosincrasia del Arte Románico con la aportación de representaciones excelsas de iconografía en soporte plano y cóncavo, con cotas de belleza que todavía sorprenden a los visitantes que tienen ocasión de contemplarlas en los museos que las exhiben.


01.- Causas de su aparición
02.- Modos, estudios y maneras
03.- La unidad medieval
04.- Herencias y realidades
05.- Un mundo en expansión
06.- Circunstancias y variaciones del nombre "Arte Románico"
07.- Atracción y deleite
08.- La España del Arte Románico
09.- Promotores y mecenas
10.- Artista y artesanos
11.- Clasificación del Arte Románico
12.- El Primer Arte Románico
13.- El Segundo Arte Románico
14.- El Tercer Arte Románico
15.- Las escuelas regionales
16.- El monasterio: Fundamento y desarrollo
17.- La arquitectura monacal
18.- La arquitectura
19.- Del buen cálculo de la obra
20.- El muro
21.- Los ábsides
22.- Las bóvedas
23.- El altar
24.- Las iglesias porticadas
25.- El claustro I
26.- El claustro II
27.- La puerta
28.- El tímpano
29.- Las portadas
30.- Los puentes
31.- El Pórtico de la Gloria
32.- La escultura I
33.- La escultura II
34.- Monstruos y animales
35.- Las sirenas
36.- Maiestas Domini y Tetramorfos
37.- El Agnus Dei
38.- La Psicostasis
39.- La Dextera Domini
40.- El crismón
41.- La mujer adúltera
42.- La pintura
43.- Las pinturas del Panteón Real de León
44.- La pintura en los altares
45.- Orfebrería
46.- Esmaltes
47.- Eboraria
48.- Theotokos, la Madre de Díos
49.- Libros iluminados: los Beatos
50.- A modo de conclusión

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