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31. EL PÓRTICO DE LA GLORIA © FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA |
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El Arte Románico logró en el Pórtico de la Gloria una de sus más cualificadas obras. Es actualmente obligado referente en la historia del arte mundial, a la altura de la catedral de Nôtre Dame de París o de la Piedad de Miguel Ángel.
Fue realizado como entrada principal a la catedral románica de Santiago de Compostela completando de ese modo la obra comenzada por la cabecera en el año 1075 por el obispo Peláez y el rey Alfonso VI.
Su autor fue el maestro Mateo, como figura en la inscripción de los dinteles. El rey Fernando II de León promueve la finalización de las obras de la catedral, según consta en contrato expedido a favor de Mateo el 23 de febrero del año 1168. La fecha de 1188 que luce el tímpano podría considerarse como la de finalización total o parcial de la obra, por lo que el remate general estaría entre 1168 y 1188, incluyendo la arquitectura general del Pórtico de la Gloria.
Pórtico significa protección cubierta de la puerta. En el caso de Santiago de la entrada triple a la catedral, que permaneció siempre abierta hasta el siglo XVI, y más tarde absorbida por la gran edificación barroca del maestro Casas y Novoa.
El pórtico o porche es una tercera forma constructiva y ornamental de disponer la entrada a una iglesia, con una infraestructura diferente a las dos hasta ahora analizadas: la puerta simple, más o menos decorada, y la puerta enriquecida con escultura. Significa un espacio libre delante de la puerta con volumen autónomo y adelantada a los muros con cubrición de la propia puerta.
El Pórtico de la Gloria es el mejor ejemplo de los realizados en tierras ibéricas, después de los existentes en la catedral de Jaca, o en la iglesia de San Vicente de Ávila. Esa misma protección facilitaba que el espacio destacado pudiera albergar algo más que una puerta lisa.
La importancia de la catedral de Santiago en el mundo de la peregrinación hacía que los peregrinos se pudiesen agolpar en el porche de la iglesia antes de entrar en su interior. Concibió el maestro Mateo esa oportunidad de aglomeración y asombro que debería causarles el llegar a la meta de sus anhelos. Era el pórtico el lugar propicio para dejar sentir toda la emoción de su fatigosa caminata y detenerse para elevar alguna oración de agradecimiento a la vez que se les brindaba la oportunidad de reflexionar sobre los textos evangélicos que allí visualizaban
Aglomeración y oración se conjugaban perfectamente en este pórtico, que por ambas realidades, fue denominado tardíamente como Pórtico de la Gloria.
Sus tres arcos exponen la apoteosis de un mundo simbólico y revelado con el Apocalipsis como centro de atención principal.
Presidía Cristo en el arco central rodeado de los cuatro evangelistas con el pueblo redimido a los lados, y con los ángeles portores de los instrumentos de la Pasión en la base del tímpano, con los 24 ancianos en el arco llevando instrumentos musicales y copas.
Era el mundo de la revelación que se presentaba ante los fieles, mejor ante los peregrinos, que discurrían bajo sus tres arcos hacia la tumba del apóstol Santiago que presidía su recorrido alzado en la columna central, sobre la representación de la genealogía humana y divina de Cristo. Los arcos laterales informaban de la separación de los salvados y los condenados, así como del rescate de la promesa mesiánica en el Limbo de los Justos.
Todo este mundo de profunda simbología evangélica estaba realizado en la más excelsa escultura que produjo el Arte Románico. Modernamente se le ha denominado como Estilo 1200, porque bajo ese epígrafe se ha querido ver toda la escultura que en esa época de cambio de siglo había transformado el rigor del hieratismo románico en las primeras sonrisas del Arte Gótico, que comenzaba a florecer bajo parámetros de naturalidad y frescura enfrentado a la rudeza anterior.
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Lo que en otras partes se podía comprender en unas pocas figuras o en capiteles aislados, en el Pórtico de la Gloria se ve representado en más de 250 figuras, que a pesar de no poseer todas la misma autoría, no dejan de asombrar cómo han logrado equilibrar tan bellamente todo el conjunto. Parafraseando a un erudito profesor compostelano se podría afirmar que “Europa comenzó a reír en Compostela”, pues la imagen sonriente de Daniel en el grupo de los profetas es de un candor y de una perfección de estilo que no es posible imaginarla en las tristezas del arte escultórico anterior.
Las grandes obras de arte lo son por la propia naturaleza de su perfección, pero mejoran por el emplazamiento que las acoge. Nadie duda del valor del Moisés de Miguel Ángel, de su David, o de su Piedad. Pero poco dirían a algunos si se contemplasen en una pequeña habitación llena de oscuridad y moho.
Eso le sucede al Pórtico de la Gloria. La excelencia de su escultura estuvo salvaguardada secularmente por el pórtico que la acogió desde su creación, y aún siendo hoy su contemplación un tanto claustrofóbica puede realizarse dentro de unos de los mejores conjuntos catedralicios del mundo cristiano, la catedral de Santiago.
El fervor, la arquitectura y la escultura han logrado que el Pórtico de la Gloria siga siendo la admiración de todos los que nos situamos bajo sus arcos.