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29. LAS PORTADAS © FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA |
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El Arte Románico ofrecerá las más bellas portadas de la historia del arte cristiano.
Es necesario aclarar la distinción entre puerta y portada, pues la primera se refiere al vano de entrada a la iglesia, mientras que la segunda engloba a la puerta en su estructura más amplia al extender su área de influencia por los muros laterales de la misma.
No todas las iglesias románicas lucieron esas flamantes portadas donde se alojaba una escultura de gran volumen y calidad. El Primer Arte Románico carecía de ellas muy efímeras sus representaciones en esa primera etapa; aparte de que las puertas de ese momento ofrecían sólo la lisa funcionalidad de la entrada.
Tampoco todas las iglesias del Segundo Arte Románico tuvieron portadas decoradas, porque la inmensa mayoría de ellas eran de una sola nave en el mundo rural, y carecían de proyectos de envergadura debido a la escasez de recursos y a las reducidas posibilidades de las superficies de sus muros.
Ni igualmente las iglesias no rurales se adornaban con esas flores, porque el fenómeno de las grandes fachadas decoradas con abundante escultura se introduce en territorio español una vez que el Segundo Arte Románico estuvo asentado y ya entonces la construcción de los edificios estaba o muy avanzada o finalizada.
Esa es precisamente la razón de que uno de los más emblemáticos edificios del románico español, la iglesia palentina de San Martín de Frómista, carezca de esa profusión escultórica en sus puertas, o de que la catedral de Jaca sólo adorne su fachada principal con un hermosísimo crismón y valiosas inscripciones.
Otras serán las que se lleven la gloria de las grandes decoraciones. Aquellas que se levantaban en el momento en que se instalaba en nuestra tierra la moda de recubrir totalmente los muros anejos a la puerta. Hay que anotar que era una moda muy cara, por lo que aún pudiendo exhibir algunas hermosas portadas, no muchas podían afrontar tan grandes gastos.
Se produce la inmersión en este mundo de plenitud escultórica a partir de la segunda mitad del siglo XII en construcciones románicas de muy alta consideración estética, o muchas veces como remedo a iglesias que querían mejorar la hermosura de sus antiguas puertas.
El Camino de Santiago es un hermoso ejemplo de la aparición y profusión de las portadas románicas como muestran las iglesias de Santa María la Real de Sangüesa, San Esteban de Sos del Rey Católico, San Miguel de Estella, San Salvador de Leyre, Santiago de Carrión de los Condes, y la propia catedral de Santiago de Compostela que recibieron la visita de los artesanos instalando sus modelos en las fachadas principales de esos edificios.
En ellas hacían convivir los programas teológicos con los profanos en una demostración de que el mundo no estaba tan dividido como trató de aparentar la crítica histórica. Allí podemos ver desde los clásicos tímpanos con la Maiestas Domini acompañada por el Tetramorfos, la condenación de réprobos, salvados, diferentes tipos de apostolados y escenas bíblicas, hasta una amplia nómina de los oficios de la época, escenas de caza, leyendas transberizas, y presencia de animales monstruosos extraídos de las leyendas del mundo antiguo que se mezclaban con la fauna real del momento.
Llama hoy la atención que entre todas las fachadas que hemos referido con su nombre sólo una, la de Carrión de los Condes, parezca mantener la ubicación de sus figuras en un orden comprensible, si bien es cierto que se trata sólo de un friso y no de una portada con escultura invasiva. Las otras exhiben un desorden incomprensible en sus imágenes. En algunas hay que suponer reposición y reubicación de lo actual como informa el Códice Calixtino en el relato de lo visto antes de la remodelación posterior como causa del incendio sufrido por la catedral pocos años antes. En otras sorprende el carácter acumulativo de escultura como si se tratase del amontonamiento de figuras en un museo provincial.
Dar cohesión y explicación a todo lo allí expuesto es bastante complicado y frustrante en muchos casos. Pero no lo es la contemplación de ese abigarrado mundo que nos han dejado los escultores de esas portadas como uno de los elementos más atractivos de las iglesias, de tal modo que cuando hacemos cientos de kilómetros para encontrarlas nos compensa la distancia recorrida con la bella exposición de sus maravillas.
![]() Portada de Santa María la Real. Sangüesa, Navarra. |
Uno de los ejemplos más significativos es el de la iglesia de Santa María la Real De Sangüesa donde la efusión de esculturas hace que casi reborde el mismo marco de la portada y se instalen en los muros adyacentes de la iglesia. Es allí donde se nota mejor el efecto de “portada”, porque la enormidad de sus dimensiones se ve completamente repleta de figuras que determinan variados conceptos de explicación.
Hermoso es el apostolado del friso superior, que aloja sus figuras en dos pisos de arquerías presidido en el centro por una Maiestas Domini con el Tetramorfos. Bello es el tímpano que preside Cristo redentor separando a los condenados de los salvados. Bajo su figura hay un nuevo apostolado presidido por la Virgen con Niño, como prefiguración de la Reina de los apóstoles después de la Ascensión de Cristo al cielo. Las enjutas de los arcos ofrecen un repertorio de escenas evangélicas, de caza, de monstruos, de condenación de la lujuria, y toda suerte de dibujos y animales propios de un bestiario medieval. Las arquivoltas están repletas de oficios, monjes, santos y animales. En las columnas de entrada las tres Marías se enfrentan a Judas que auto ajusticiado tiene el letrero de Mercator en su pecho.
No debemos, ni podemos ir más allá en el análisis de las otras portadas o de sus significados dentro del Arte Románico nacional e internacional porque no nos lo permite el espacio asignado. Pero si procede dictaminar la presencia y la belleza de este tipo de decoración de las puertas en nuestra tierra, que por la amplitud de sus desarrollos conviene llamar PORTADAS.