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28. EL TÍMPANO © FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA |
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El Arte Románico caracterizó de forma especial las puertas de entrada al templo. En unos casos ofrecía ricas portadas con grandes alardes de escultura. En otras las señalaba con hermosas arquerías y hermosos capiteles. Pero donde destacó ciertamente fue en la concepción de los tímpanos decorados sobre ellas que las identificaron como uno de los mejores hallazgos del arte medieval.
El descubrimiento y desarrollo del tímpano constituyó uno de los elementos de mejor fortuna en la simbiosis entre la arquitectura y la escultura; porque de ese modo se fundían en una sola concepción plástica los dos parámetros fundamentales de la monumentalidad románica: la constitución del espacio arquitectónico y la plasmación de temas escultóricos sobre la superficie de muros y puertas.
Pero, como en todo el proceso de recreación de la escultura, tarda en aparecer esa nueva formación arquitectónico-escultórica, porque en el arte románico primero surgió la arquitectura, y después muy lentamente fue acompañada por al escultura en la concepción final de lo que llegaría a ser la estética y la plástica románica. Así aconteció hacia el año 800 en las iglesias francesas de Saint Germingy-des-Près y Saint Laurent de Greville.
Pero pronto, a principios del siglo XI, comenzaría el embellecimiento exterior de los edificios con la escultura propia del momento, que al principio se manifestaría en la concepción de frisos en sillares rectangulares. En la España románica del primer cuarto del siglo XI los hay en Saint Genis les Fonts y San Andrés de Sureda.
Para el surgimiento de la idea escenográfica del tímpano se ha barajado la posibilidad de ser la representación cristianizada del frontón de los edificios de la época clásica, corregido en el arte románico por no perfilar totalmente el volumen superior del templo, sino modelar solamente la parte superior de la puerta.
Su concepción no estuvo exenta de problemas, como eran los que se referían a la finalización de los ángulos, en los que la curvatura obligaba a situar figuras de menor tamaño que en las posiciones centrales.
Con respecto a las arquivoltas o arcuaciones, es más fácil encontrar el origen, pues ya estaban en el ámbito de lo paleocristiano con pinturas añadidas en su interior, o en las formaciones de pinturas murales, y también en las representaciones de mosaicos, o en el exterior de los sarcófagos.
Era costumbre romana resaltar las figuras importantes situándolas bajo un arco. Es así como surgió la costumbre de hacerlo en las catacumbas, donde un “arco solio” identificaba el enterramiento de un personaje reconocido.
Los pasos para el establecimiento mecánico del tímpano sobre las puertas fueron los siguientes. Primero concebir la idea de un dintel tallado como deseo de ornamentación de la puerta. Después el redondeo de los lados de la piedra para adaptarlo al espacio del arco de descarga, como solución para adecuar la pieza a las formas dinámicas del arco. Por fin el relleno con escultura del espacio prefigurado según los pasos anteriores, ahora con escultura de tipo simbólico que habría de hacer relación a la configuración general del templo en lo que se completarían los contenidos de la escultura interior y exterior, como modo de explicación de la catequesis evangélica en un lugar de tránsito, de inicio de la procesión mediática que significaba la penetración en el templo.
Eso es lo que caracterizó a los tímpanos románicos, independientemente de su función mecánica dentro del edifico, y del paramento en particular. Es en ese lugar donde va a tener lugar la aparición de los diferentes mensajes que los clérigos pretendían fuesen absorbidos por el pueblo que a su entrada los contemplaba. Serán programas que abarquen todo tipo de catequesis evangélica, desde los más sencillos a los más complicados, pero siempre con la finalidad de diligencia funcional que se pretendía.
![]() Sangüesa. Santa María la Real. |
En el tímpano de Sanguësa Cristo ha vuelto a la tierra para juzgar a vivos y muertos, es la Parusía, la segunda venido del Redentor. Allí se encuentra, en el medio, centrando toda la escena, separando a los salvados de los condenados, con los cuatro trompeteros que anuncian la gloria y el castigo del Señor. Allí está también San Miguel con la balanza en la mano intentando suplir la ocupación de Cristo. María es mostrada como la reina de los Apóstoles en clara alusión al cuidado del colegio apostólico después de la ascensión de Jesús a los cielos.
Las arquivoltas señalan la presencia de santos, héroes, animales, escenas de juglaría y toda suerte de actitudes que en la Edad Media se podían encontrar como un mundo combinado de lo real y lo irreal, como una escena de lo cotidiano y lo supremo, sin que hubiera demasiada frontera semejante a la vida real.
Para eso sirvieron los tímpanos. Primero para cubrir las necesidades de la arquitectura, y después para transmitir el mensaje homilético de las sagradas escrituras. Sanguësa representa a la perfección lo sencillo y lo abigarrado de todo lo explicado.