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27. LA PUERTA
© FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA

El Arte Románico, más que ningún otro, concede gran importancia a la puerta como realidad física de entrada, pero también como concepto simbólico de penetración en un mundo diferente, en otra dimensión espacial, en una atmósfera interior que se opone a lo conocido.

La puerta es un vacío en el muro por el que se pueda penetrar en el edificio. Su instrumentalización en el Arte Románico es muy variada. Como uso común utiliza el arco de medio punto para cubrir la parte superior.

Ese mismo arco puede estar repetido en proyección hacia el exterior con una gran variación de molduras, y decorar así las arquivoltas, que de ese modo se llaman esas dobladuras del arco semicircular. Esas arquivoltas pueden ser la joya de la estructura si en sus dovelas reciben figuras, constituyendo un enorme atractivo de la escultura monumental.

La parte interna del arco puede estar ocupada por un tímpano, o puede esta vacía.

Si se coloca un tímpano también puede estar adornado con escultura de variada labor, pero siempre de importante significación, porque esa era la función del elemento: resaltar lo que se desease figurar, pues está colocado bajo el arco de una forma especialmente señalada.

Los capiteles de las columnas laterales se corresponden con la cantidad de arquivoltas que hubiera. En ellos se aloja la escultura simbólica y didáctica conveniente. Es una de las características principales de la puerta, y son piezas que constan de un alto grado de decoración. Los fustes de las columnas eran monolíticos, y las basas áticas mostraban molduras de toro, filete y escocia.

La puerta se coronaba por una serie de elementos que sobresalían bajo el alero del tejado, los canecillos, que aparte de formar parte de la estructura mecánica de la iglesia por repartir las presiones del tejado, completarían el programa escultórico del edificio, mostrando las diversas cualidades de los artesanos. Entre los canecillos puede existir decoración en los elementos verticales y horizontales, que serían los ornamentos de las metopas y los sofitos, que completarían el diseño plástico de la puerta, así como las esculturas que se adosasen al muro de la misma. Pero ese capítulo lo reservamos para el apartado de las portadas.

La puerta no es sólo estructura arquitectónica. Es uno de los principales símbolos del conjunto eclesial. Es el eje que separa el macrocosmos terrestre del microcosmos celeste, el acceso desde lo mundano a lo divino, de lo inconcreto a lo concreto, de lo profano a lo sagrado. Es el paso al lugar donde reside la divinidad, la revelación, el cuerpo de Cristo sacrificado diariamente.

Como símbolo representa una noción moral que se plasma en una correspondencia entre el concepto y la forma que significa la importancia del tránsito a una atmósfera diferente, a unos espacios sagrados que no tienen relación en el mundo exterior que el visitante acaba de abandonar. Por eso se anuncia con escultura catequética de enorme valor en el mundo medieval. En ella, por medio de las figuras del tímpano, de los capiteles, de las arquivoltas e incluso de los canecillos se indicaba la inmediatez de la entrada en una entidad espacial sagrada.

Era esa escultura el primer eslabón del mundo simbólico que reunía, junto con el dintel y el umbral, concepto y forma, aunque no constituía el único lazo con ese mundo simbólico.

Iglesia de Santiago. Carrión de los Condes

Las inscripciones formaban parte fundamental del desarrollo de las teorías pedagógicas, a pesar de no poder ser entendidas por la totalidad de los fieles. En los espacios adecuados se inscribían las frases que las necesidades aconsejasen y las voluntades decidiesen. Si ello no fuera suficiente, todavía existían símbolos apropiados, como el Crismón que representaba el nombre griego de Cristo, o figuras en las arquivoltas que nos informasen del Cordero degollado, de la Dextera Domini, de los ancianos del Apocalipsis, etc.

Interesa aquí exhibir algunas de esas inscripciones que manifiestan a la puerta como un mundo nuevo, simbólico, más allá de su relación con la simple presencia de la piedra.

En la iglesia de Santa Cruz de la Serós, en Aragón, luce el tímpano la siguiente inscripción: “...Yo soy la puerta de fácil acceso: fieles pasad a través de mí. Yo soy la fuente de la vida: tened más sed de mí que de vino, quienquiera que penetre en este bienaventurado templo de la Virgen ...”.

En la catedral de Jaca, bajo el crismón de entrada existe la siguiente inscripción: “... si quieres vivir tú, que estás sujeto a la ley de la muerte, ven aquí suplicante, desechando los placeres venenosos. Limpia tu corazón de pecados para no morir de una segunda muerte ...”.

En el monasterio de San Juan de la Peña, sólo a 11 kilómetros de la Serós, en una puerta mozárabe trasladada al claustro dice: “...Esta puerta abre la del cielo a todo fiel que se esfuerce en unir la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios ...”.

En Santa María de Iguácel en Aragón, reza la inscripción: “... Esta es la puerta del Señor, por donde los fieles entran a la casa de Dios ...”.

Queden, pues, estas pequeñas muestras como la voluntad de los constructores de las puertas románicas de establecer sobre ellas más concepto que el puramente constructivo atribuyendo, no sólo por medio de la escultura sino también de la inscultura el carácter simbólico de su efecto, porque ya nada entonces era igual al mundo que se había dejado atrás.

Como sucede en la actualidad, donde la puerta significa la comunicación con otra estancia diferente que nada tiene que ver con la que acabamos de abandonar, porque cuando se atraviesa la puerta de una cárcel se penetra en otro sistema de vida, al igual que si traspasamos la puerta de un palacio, o de un quirófano, o del puesto de trabajo. Son mundos que poco tienen que ver en muchos casos con lo simbólico, pero que indican la capacidad de la puerta para trasladarnos a otras situaciones. En el caso de la puerta románica, a lo sagrado.


01.- Causas de su aparición
02.- Modos, estudios y maneras
03.- La unidad medieval
04.- Herencias y realidades
05.- Un mundo en expansión
06.- Circunstancias y variaciones del nombre "Arte Románico"
07.- Atracción y deleite
08.- La España del Arte Románico
09.- Promotores y mecenas
10.- Artista y artesanos
11.- Clasificación del Arte Románico
12.- El Primer Arte Románico
13.- El Segundo Arte Románico
14.- El Tercer Arte Románico
15.- Las escuelas regionales
16.- El monasterio: Fundamento y desarrollo
17.- La arquitectura monacal
18.- La arquitectura
19.- Del buen cálculo de la obra
20.- El muro
21.- Los ábsides
22.- Las bóvedas
23.- El altar
24.- Las iglesias porticadas
25.- El claustro I
26.- El claustro II
27.- La puerta
28.- El tímpano
29.- Las portadas
30.- Los puentes
31.- El Pórtico de la Gloria
32.- La escultura I
33.- La escultura II
34.- Monstruos y animales
35.- Las sirenas
36.- Maiestas Domini y Tetramorfos
37.- El Agnus Dei
38.- La Psicostasis
39.- La Dextera Domini
40.- El crismón
41.- La mujer adúltera
42.- La pintura
43.- Las pinturas del Panteón Real de León
44.- La pintura en los altares
45.- Orfebrería
46.- Esmaltes
47.- Eboraria
48.- Theotokos, la Madre de Díos
49.- Libros iluminados: los Beatos
50.- A modo de conclusión

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