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18. LA ARQUITECTURA © FRANCISCO JAVIER OCAÑA EIROA |
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El Arte Románico se caracteriza por una arquitectura distintiva con respecto a las otras artes existentes, con motivos peculiares que fueron fruto del ensayo de formas que maduraron hasta convertirse en realidad pétrea.
Se vea como se vea, la arquitectura es una estructura mecánica con un eje constructivo que define las pretensiones y las tensiones, los esfuerzos y los contrarrestos que el edificio ha de sobrellevar.
La elevación de los muros, el peso de las bóvedas, la altura de pilares y columnas, desafían las fuerzas de la gravedad y obtienen como resultado una tendencia natural al derrumbamiento, a la deformación de lo elevado, a la inestabilidad de lo creado, o a un asentamiento posterior en mejor o peor manera de lo que se ha hecho.
Será necesario, pues, vencer las fuerzas de la naturaleza que actúan en contra de las decisiones constructivas de los hombres que pretenden sumar técnica y belleza, porque aunque después se convierta en una obra de arte de carácter religioso, simbólico, civil o cualquiera otra de sus utilidades, primero habrá que elevarla en condiciones seguras de habitabilidad y no de peligro de derrumbe para quien la utilice, como ya había avanzado Vitrubio.
Las estructuras mecánicas están sometidas a leyes físicas y matemáticas, pero sería un burdo error decir que los maestros de obras románicos eran expertos en esas materias, porque, si resultaban incipientes en el mundo de la ciencia medieval, su desarrollo cuántico llegó mucho más tarde, siglos después de que toda la arquitectura románica estuviese construida.
Fue la sabiduría popular humana la que con unos mínimos conocimientos llegó a metas que hoy sorprenden. Vendría a ser una arquitectura sin arquitectos, aunque en las grandes obras siempre hubiera un "magister" que tuviera los conocimientos generales suficientes como para elevar estructuras de dimensiones mayores que las de las iglesias rurales.
Pero fueron esos maestros rurales los que construyeron la enorme nómina de iglesias románicas. Muchas son nuestras dudas al pensar si tenían los mismos conocimientos que los constructores de las catedrales. Creemos entonces que la fuerza de la repetición, la forma empírica de los hechos, diríamos de los hechos consumados en otras iglesias, fue lo que les guiaba para levantar las estructuras de sus pequeños monumentos.
La arquitectura románica fundamenta su plástica en edificios abovedados, con estructuras de soportes muy articulados tanto en el interior como en el exterior, con una gran ligazón mecánica y estética, con un extraordinario empleo de la escultura monumental, que llega a suavizar el impacto de esa tremenda austeridad.
Hay que entender estas obras como un compendio armonioso de monumentalidad varia, desde el más puro concepto arquitectónico. Pasando por la riqueza de la escultura interior y exterior, admirando la dulzura de las pinturas de muros, bóvedas y ábsides, hasta los objetos de necesidad litúrgica. La valoración tendrá que ser siempre como conjunto, partiendo de los valores particulares para elevarnos en la consideración general.
![]() San Pedro de Tejada, Burgos. |
Después podremos penetrar en la esencia simbólica al tratar de comprender que algunos de sus elementos arquitectónicos estén encadenados a formulaciones que van más allá de las trazas geométricas, como sería la interpretación que en los textos de la época se hacía del ábside como cabeza de Cristo, el crucero como sus brazos y la nave como el cuerpo.
Ciertamente que pueden parecer estas opiniones estereotipos o elucubraciones del mundo moderno con rasgos de rancio pietismo, pero en los textos de la época se aludía al carácter simbólico que no entendía nada en el mundo que no fuera o tuviera representación divina.
La cabecera, el muro, el crucero, las puertas, la fachada, el cimborrio, el altar, todo estaba al servicio de la belleza, como afirmaba Alberto Magno " ... la esencia de la belleza en el universo está en el resplandor de la forma sobre las partes proporcionadas de la materia o sobre las diversas fuerzas o acciones ...". Pero también en una ineludible articulación divina que sometiera la materia al espíritu, como afirmaba Ulrico de Estrasburgo "... Dios no sólo es completamente bello en sí y como fin de la belleza, sino que además es causa eficiente ejemplar y final de toda la belleza creada ...".
Fue la intención de esos viejos edificios medievales ser habitáculo de la verdad cristiana interpretada de la forma más bella posible del momento, en pequeñas o enormes construcciones que unían la calidad de sus obras a la gloria divina que poseían en su interior.