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La Iglesia © Pablo Becerra Iturgaiz |
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Es el factor histórico de mayor incidencia en la unificaciónn cultural de la Europa occidental cristiana durante los siglos XI y XII y por tanto el principal responsable de que el Románico sea el primer arte homogéneo europeo cristiano.
La uniformidad cultural es consecuencia directa de tres iniciativas de carácter reformista puestas en práctica por la Iglesia, orientadas a solventar la larga crisis de un clero, que, desde los siglos altomedievales y a juicio de Roma, era víctima de las investiduras (nombramientos de cargos eclesiásticos por parte de personas laicas), simonía (compraventa de cargos eclesiásticos) y nicolaísmo (relajación moral del clero).
a) Reforma Gregoriana:
Impulsada por los papas León IX (1049-1054) y Nicolás II (1059-1061), se consolidá durante el pontificado de Gregorio VII (1073-1085). Por esta razón la reforma toma su nombre.
Por medio de la Bula “Dictatus Papae” de 1074, el papa Gregorio VII promovía la centralización administrativa de la Iglesia en torno a Roma, defendía radicalmente la supremacía del Papa sobre cualquier poder temporal, estimulaba la homogeneización de la Cristiandad católica imponiendo el rito romano y desplazando cualquier otro tipo de liturgia regional, exigía al clero la práctica obligatoria del celibato y prohibía taxativamente las investiduras, las prácticas simoníacas y los hábitos nicolaístas.
La unificación litúrgica y la nueva organización administrativa eclesiástica ahondará en la homogeneización de la arquitectura religiosa románica y en el uso del Arte Románico como instrumento didáctico de los nuevos principios reformistas de la Iglesia.
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Entronización del antipapa Clemente III con el emperador Enrique IV y muerte del papa Gregorio VII. Ilustración del códice Jenesis Bose datado en 1157. (Fuente wikipedia) |
b) Reforma Cluniacense
Fue un instrumento de la Reforma Gregoriana para renovar el monacato, liberándolo de la intervención de personas laicas, e imponer una estricta disciplina moral en el clero regular.
Las iniciativas reformistas en este ámbito correspondieron, con la aquiescencia y colaboración pontificia, a la abadía benedictina de San Pedro y San Pablo de Cluny, monasterio fundado en 910 por el duque de Aquitania y conde de Maçon Guillermo I el Piadoso en Borgoña (concretamente en el actual departamento de Saône-et-Loire). Entre los siglos X y XII la abadía se convirtió en el paradigma de la vida monacal cristiana occidental gracias al sistemático apoyo del Papado (algunos pontífices salieron de sus filas como Urbano II) y sobre todo a una sabia administración dirigida por unos abades de excepcional valía y de extraordinaria longevidad como Odilón (994-1049), Hugo el Grande (1049-1119) y Pedro el Venerable (1132-1156).
La reforma posibilitó la creación de una federación monástica benedictina dirigida por Cluny de la que dependía una constelación de prioratos distribuidos principalmente por Francia (850), Alemania (109), Italia (52), Gran Bretaña (43) y España (23), que agrupaban a una comunidad de más de diez mil monjes, sin contar el personal subalterno. Desde la casa matriz se divulgó por el Occidente cristiano una espiritualidad común basada en los votos monásticos y en el rezo litúrgico coral, convirtiendo el canto gregoriano en el reflejo de la vida monástica reformada.
En el ámbito del Románico, la Reforma Cluniacense posibilitó la erección en la abadía central de Cluny III (1080-1120), el conjunto arquitectónico románico de mayores proporciones de Europa (la iglesia abacial medía 187 metros de longitud), símbolo de su liderazgo espiritual y modelo para numerosos proyectos monásticos posteriores. Del mismo modo y utilizando las vías de peregrinación, se difundieron por Europa occidental los modelos artísticos de origen borgoñón, en especial la tipología monacal benedictina, en la que el exorno escultórico y pictórico debían de poseer carta de naturaleza.
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Imagen del Monasterio de Cluny antes de su destrucción (Fuente wikipedia) |
c) Reforma Cisterciense:
Fue una escisión de la orden benedictina promovida en la primera mitad del siglo XII por un grupo de monjes que, críticos con la relajación de costumbres derivada de la dirección espiritual de la abadía de Cluny, reivindicaban una vuelta a la estricta observancia de la regla establecida por San Benito de Nursia en el siglo VI.
Entre 1098 y 1153 Roberto de Molesmes, Alberico de Ostia, Esteban Harding y sobre todo Bernardo de Clairveaux (Claraval) impulsaron una renovación espiritual y una restauración de la regla benedictina original que dio como resultado un irreversible cisma en la orden al defender con vehemencia una religiosidad apartada del mundo (fuga mundi) y una vida marcada por el ascetismo y la austeridad. La consecuencia organizativa principal fue el nacimiento desde principios del siglo XII de una confederación monástica, bajo la advocación de la Virgen María, dirigida por la abadía borgoñona de Citeaux (Císter) a la que se afiliaron más de setecientos monasterios de toda Europa.
La Reforma Cisterciense ejercerá una puntual influencia en el Románico tardío al que prestó presupuestos estéticos y morfología habituales en las abadías bernardas: arcos apuntados, bóvedas de crucería cuatripartitas, ábsides rectos, depuración decorativa, etc.