El sábado 9 de mayo de 2015 a las 8:15 en punto salimos en un autobús 51 personas con la intención de realizar la excursión planteada por Amigos del Románico y organizada por Tino (diseñarla, hablar con los responsables de las visitas y apertura de lugares, emails, gestión de pagos transporte y comida… vaya, vaya ¡un trabajazo!). A las 8:15 autobús lleno… y saliendo. Puntualidad británica.
Durante el trayecto Tino nos informó de las posibilidades de la comida (un primero y un segundo a elegir entre cuatro y cuatro). ¿Hubo quien anotó ensalada, ajo arriero, sopa castellana o mojete?, cada uno a su gusto. Bueno, y de segundo ¿morteruelo, costilla, emperador o calamares? La amiga Marga comunicó con el restaurante y redundó en un servicio rápido y eficaz. Eso sí: cada uno tuvo que aprenderse qué había pedido…pero , que nosotros sepamos, nadie fue todo el camino repitiendo como el Manolito de Mafalda los dos platos elegidos, y a todos nos sirvieron acertadamente. Trayecto sin problemas, salvo al llegar a Olmeda del Rey donde el autobús no cabía por un tramo de la calle central. Esto hizo perder alrededor de media hora. Marga fue los ojos y los oídos del chofer y entre los dos salvaron el problema… que no era pequeño (el bus era grande, la pequeña era la calle).
Y llegamos a Valeria. Bus en la plaza: bonita plaza que tiene en un costado la “calle Amargura” (¡ay!), la iglesia románica presidiendo, y a un costado un bar restaurante con una pareja a su cargo, amables y eficientes, y… oiga: ¡que bocadillos de tortilla con chorizo!, ¡que café con leche! (pero café… ¡¡café!!). Un ligero problema: al llegar 51 personas, después de dos horas y media en bus… la visita al servicio es obligada para 30 al menos… y claro, la infraestructura se quedó un poco corta; pero bueno, ¡nadie perdió la color ni la compostura! Bar La Plaza: Buen sitio para repostar y comer. Por cierto, acertó a pasar el panadero y vendió gustoso ensaimadas con almendra, magdalenas de Almodóvar…
Un pequeño paseo hasta el lugar dónde se están realizando las excavaciones. La guía Juana Caballero explicó pormenorizadamente la situación de las mismas (aproximadamente se estima que un 90% de la ciudad sigue enterrado), y recorrimos en su compañía una parte de las citadas ruinas de la ciudad romana de Valeria; ciudad entre dos impresionantes hoces (también Cuenca tiene una estructura similar) que junto a Segóbriga y Ercávica formaban el triangulo del lapis specularis que, embarcado en Cartago Nova o Saguntum, se distribuía por todo el Imperio romano (se han encontrado fragmentos de este yeso transparente en yacimientos de Turquía o Túnez, debido a lo apreciado del mineral conquense en cantidad y calidad, que según Plinio el Viejo superaba a las del resto del Imperio). Prueba del esplendor de estas ciudades “mineras” es el lujo de Segóbriga, con un anfiteatro para cinco mil espectadores, un teatro para dos mil, un circo, dos termas públicas… Pudimos contemplar y “pisar” la primera casa colgada, pasear al lado del ninfeo (el más grande de Hispania, con 105 metros de longitud), contemplar las amapolas y beber agua fresquísima de una fuente contigua. Interesante visita.
A la salida de estas instalaciones hay una tienda de recuerdos; a nuestro humilde parecer los precios son algo altos, o bien faltan algunos artículos de bajo coste, tipo pin, que puedan llevarse y ocupen poco (¡un escudo romano tamaño natural no es opción!). Pensamos que pueden mejorarlo, no decimos que sea fácil.
Visitamos la Iglesia de la Sey, que nos fue amablemente explicada por Teo Ibáñez, alcalde de Valeria. Fue edificada en el mismo lugar que el pozo al dios celtíbero Airón. Lugar sagrado para los olcades, los visigodos (cristianos, momento en que fue sede episcopal, de ahí su coletilla “de la Sey”), los musulmanes, los cristianos. El momento constructivo del templo corresponde con la repoblación que efectúa Alfonso VIII tras la conquista de Cuenca, fundamentalmente con gentes procedentes del valle del Duero y de la Gascuña francesa. Aunque ya se emplea otra forma de construir, pues despunta el gótico en la Catedral de Cuenca, los artesanos por el arraigo y la popularidad del estilo románico levantan la iglesia en estas formas. Y como es común en enclaves con pasado monumental, reaprovechando materiales de construcciones anteriores en un expolia in re que el profesor Moráis Morán nos ilustró en las pasadas IV JsAR de Valencia. Sillares, columnas y capiteles romanos (uno de éstos últimos invertido hace las veces de pila benditera) dan estructura a la casa del nuevo Dios que rige los destinos de los nuevos colonos.
¡Y ya hacia Arcas! Viaje normal, pero ya cerca de las 14 horas. Llegamos a Arcas dónde nos espera el párroco Vicente Malabia, Delegado Diocesano de Patrimonio, entusiasta del románico y peregrino, nos explica breve y magistralmente la iglesia de Arcas. Esta población aparece en el Forum Conche de 1189, en el que Alfonso VIII protege a los pobladores y las acequias de las aldeas, así como el amojonamiento de los campos. Aunque Arcas estaba a la cabeza del Sexmo de Arcas, perteneciente a la Tierra de Cuenca, no pasó de la categoría de “lugar” por su escasa población. En algún momento a principios del siglo XIII se comenzó a construir en la parte más alta del núcleo de población la iglesia de Nuestra Señora, orientada canónicamente y de una sola nave con un ábside y cubierta de armadura de par y nudillo con tirantes, apoyada en ménsulas de piedra. Hoy el ábside se cubre con bóveda de horno, moderna, y la nave con un artesonado del XVI. El ábside se desvía 5 grados a la izquierda con respecto al eje de la nave, lo que algunos autores atribuyen a la plasmación simbólica de la inclinación de la cabeza de Cristo en la cruz.
Este ábside presenta 3 ventanas con doble abocinamiento, y su eje central se corta ortogonalmente con el de las ventanas laterales. En el semicilindro se descubrieron restos de pinturas murales, tan fragmentadas que no se restauraron. Preside el presbiterio un crucificado, y una imagen de la Virgen de transición al Gótico con la Madre sedente y el Niño en pie bendiciendo sobre su pierna izquierda, que vino desde el Museo Diocesano de Cuenca. Curiosamente, en este Museo se conserva la Virgen de Arcas del siglo XIII, sentada en escabel, sosteniendo una esfera y con el Niño sentado en su pierna izquierda, al que sujeta por el hombro. Bajo el ábside se localiza una cripta que compensa el desnivel del terreno rocoso. La nave presenta una pequeña entrada al Norte, hoy cegada, dispuesta en altura (posible salida al cementerio), y la portada principal centrada en el muro meridional. La fábrica es de mampostería, excepto en esquinas, ábside y cuerpo saliente de la portada, donde es de sillar bien acabado. La portada, apuntada, presenta tejaroz con canecillos sin figuración, 5 arquivoltas que descansan en sendas columnas, con garras y botones en su base, y capiteles con decoración vegetal. Un ábaco con decoración de trenzado recorre toda la portada. Y allí nos hacemos la foto de grupo para tener un recuerdo de este día que, por el momento, sin prisa pero sin pausa, vamos consumiendo.
Como el hambre aprieta -¡¡algunos tuvimos la osadía de resistirnos al bocadillo en el Bar la Plaza!!- partimos para Cuenca y el restaurante dónde íbamos a comer…. Pero mira por dónde, ha cambiado recientemente de dueño y responde a otro nombre; motivo por el cual Marga hace de GPS del chofer y todos acabamos en el restaurante. Son más de las 15:00 horas, ¡el tiempo vuela!... El local de El Mesón es amplio, luminoso, limpio… incluidos los servicios. En las mesas preparadas al efecto tomamos y rápidamente somos atendidos (agua, vino, cerveza, refresco, pan…); los platos van saliendo y cada uno pide el suyo. El servicio es rápido y la comida está buena (al menos, la que tomamos nosotros lo estaba). Palabra a palabra, cucharada a tenedor, pasan el tiempo y la comida. Después de unos postres caseros (arroz con leche, tarta de queso) o fruta, llegan los tés, los cafés y dos pequeños porrones: uno blanco y otro negro. El blanco huele a limón, solamente. El negro huele a canela, solamente. Alguien prueba uno de ellos y se construye la arriesgada hipótesis de que están constituidos por moléculas nanotecnológicas que, ingeridas buscan el camino a las neuronas (¡casi se nota su avance!) buscando el centro: contra esa sensación solo cabe el agua para disolver lo más rápidamente el poco contenido ingerido. Bueno, parece que esa suerte de “limoncello” y “licor café” caseros son un peligro… a manejar con cuidado. No es solamente nuestra... ¡que lo sepáis!
¡Pasan de las cinco y nosotros con estos pelos! La visita al archivo de la Inquisición ha quedado anulada. Subimos al autobús y vamos hacia las casas colgadas, la impresionante hoz, el puente que une ambas orillas (suele pasar) y el parador. Haciendo abstracción de un acontecimiento deportivo, entramos en la Catedral y allí, siendo ya las 18 horas, asistimos a una breve explicación por parte del P. Miguel Ángel Albares; gracias a ella podemos respondernos a algunas preguntas: ¿Por qué el exterior parece Nôtre Dame? ¿Por qué esas vidrieras? En el año 1177, y tras un asedio de 9 meses, el monarca Alfonso VIII entró triunfal en la Kunka musulmana, enarbolando su estandarte blanco. Era el 21 de septiembre, día de san Mateo, motivo por el que el escudo de la ciudad lleva el cáliz que representa en ocasiones al evangelista. Visitamos la catedral y la exposición de Gustavo Torner (“Torner entrópico”) instalada debajo de la sacristía, y el P. Albares nos ha informado de que a las 21 hay concierto -dos órganos-, pero a esa hora casi estaremos en Valencia. A las 18:45 horas estamos fuera de la catedral y podemos contemplar durante 10 minutos el acontecimiento deportivo mencionado: unas 80 personas hacen Spinning. Hombres y mujeres, bajo un sol que quita el hipo y con una música (poquito alto que estaba), cambian de marcha, suben, llanean y bajan sin moverse del sitio, esforzándose, siguiendo el ritmo, sin que en sus camisetas se note una gota de sudor; todo un espectáculo también. Como no llevábamos equipo no pudimos participar (además, ¡no había estáticas libres!).
De nuevo en el bus, camino de Valencia, donde llegábamos a eso de las 21:30. Un buen día, un gran día. ¡Gracias organizadores/as!
Por Consuelo y José Quintás (AdR 1377).